RECONOCER AL RESUCITADO
El
texto de Emaús refleja también la situación de cada uno de nosotros. Como con
los discípulos de Emaús, también hoy Jesús se hace el encontradizo y acompaña
nuestro caminar, el de cada uno en su circunstancia. Se acompasa a nuestra
situación personal y más ahora que estamos viviendo horas difíciles. Escucha
nuestras penas y también nuestros lamentos. Con sus palabras va iluminando
nuestros caminos y va caldeando nuestros corazones: “¿No ardía nuestro corazón
cuando nos explicaba las escrituras por el camino?”.
Nosotros
le pedimos que se quede, porque atardece y porque tenemos oscuridad alrededor
nuestro, y que al partir el pan le reconozcamos. El Resucitado está de otro
modo, se hace el encontradizo, aparece, da muestras de que es el que vive.
Quiere que los discípulos, en el texto eucarístico y pascual que es Emaús, le reconozcamos.
Y le vamos a reconocer.
En
primer lugar, en las escrituras, que hablaban de él y que decían lo que iba a
padecer y que resucitaría al tercer día. Las escrituras son reflejo de la
Palabra de Dios, presencia de Cristo resucitado, que enardece el corazón y nos
hace vibrar.
En
segundo lugar, el Resucitado aparece en la Eucaristía, al partir el pan. Ahí se
le reconoce como el que vive y da sentido, como el que alimenta, como el que
camina a nuestro lado, como aquel que es garantía de la vida eterna.
También
se le reconoce en la comunidad reunida en su nombre. Los discípulos de Emaús se
alejan de la comunidad decepcionados y tristes, pero cuando tienen la
experiencia de Cristo resucitado vuelven otra vez a la comunidad porque tienen
que decir, expresar y contar lo que han visto y oído. La comunidad es también
lugar de presencia del Resucitado.
En
cuarto lugar, el Resucitado también se hace presente en los pobres. Lo refleja
la lectura del libro de los Hechos. El lisiado en la puerta del templo es
curado por Pedro en el nombre del Señor Jesús. No es Pedro el que cura, es
Jesucristo, con su poder transformador, que hace nuevas todas las cosas.
Vamos,
pues, nosotros a acoger al Señor en nuestra situación concreta. Él se hace cargo
de lo que estamos viviendo y quiere dar sentido y paz a nuestro corazón. Vamos
a ver a ese Cristo resucitado en la Escritura, en la fracción del pan, en la comunidad
reunida en su nombre y en los pobres que sufren.
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