UN AMOR DESBORDANTE



Todo el Evangelio de San Juan está escrito en clave de resurrección. El discípulo amado ha pasado por el corazón todo lo que ha vivido y ha oído al Señor. Toda la vida de Jesús se ha hecho también vida del discípulo y quiere expresarnos la densidad y la hondura del amor de Dios que se ha derramado en Cristo Jesús. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo unigénito para los que creen en él no perezcan, sino que tengan vida eterna.

Toda la finalidad del Evangelio de San Juan es que creamos en el enviado de Dios para que así alcancemos la vida eterna, la vida misma de Dios. El amor de Dios es desbordante. Es verdad que cuando nos ponemos desde el corazón en presencia de Dios, emerge esa disimilitud o lejanía entre un Dios que es todopoderoso y misericordioso y la criatura tan frágil.

Pero esta fragilidad nuestra cae, por decirlo así, en el abismo de la misericordia y ahí todo se renueva. Dios es capaz de escribir en nuestra fragilidad una historia de amor constante, cada día. En fidelidad absoluta, no se cansa nunca de buscarnos y de esperarnos en misericordia constante. Cristo es la luz del mundo –“quien me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Si somos hijos de la luz, injertados en Cristo Jesús, obraremos como él. Y así, nuestra luz alumbrará a los hombres (“vosotros sois la luz del mundo”).

La comunidad cristiana, como vemos en el Libro de los Hechos, va siguiendo sus avatares. Hoy leemos que, llevados de un arrebato de celo, los escribas del Sanedrín, por envidia, que es la buena traducción, viendo cómo aumentaban las adhesiones los mandan prender. El poder de Dios, sin embargo, es más grande que las mismas cadenas. Es capaz de romper todos los hierros y todos los cercos.

Estaban en el templo anunciando la resurrección de Cristo. Muchas personas iban creyendo y se unían al grupo de los creyentes, que, poco a poco, con la fuerza del Espíritu Santo va creciendo. También nosotros en la situación actual nos tenemos que dejar llenar por el Espíritu de Dios, para que crezcamos interiormente y para que con nuestra vida y nuestras obras, otros lleguen a conocer a Cristo Jesús, el amor de Dios derramado.    

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