UNA PAZ QUE VENCE AL MIEDO
Estos
días estamos leyendo los textos de los primeros pasos del Señor resucitado en
medio de la Iglesia y sus apariciones. En el Evangelio de Lucas, al relato de
Emaús le sucede la aparición a los apóstoles. En estos textos, hay dos mensajes
muy importantes para nuestra fe en el Resucitado. El primero es que el
Resucitado trae la paz, lo contrario de la guerra. Es el camino del amor, del
perdón, la reconciliación, la reconstrucción de todo lo que significa dejar a
un lado nuestras diferencias y ponernos a trabajar en lo que tenemos en común. Es
dar gracias a Dios por tener hermanos y poder entre todos construir una
sociedad mejor.
Eso
se hace a través de la paz. Con el enfrentamiento y la violencia es imposible
realizarlo y el Señor lo comunica desde el principio. Dios es un Dios de paz,
nunca puede ser un Dios que apoye el enfrentamiento. Ni siquiera la verdad
puede ser excusa para enfrentarnos con otros. Hay que seguir el camino del no
enfrentamiento. Los seguidores del Resucitado debemos vivir y hacer realidad ese
rasgo pacífico en medio de nuestro mundo.
Un
segundo rasgo es la victoria sobre el miedo. El día de la Vigilia leíamos que
también las mujeres tenían miedo. El miedo a veces es sorpresa, pero el que
surge en los discípulos no es solo eso, sino que también es miedo ante qué va a
ocurrir. Aunque el Señor haya resucitado, le hayamos visto y creamos en ello
eso no elimina de un plumazo las dificultades del mundo. Vamos a vivir un
tiempo conviviendo entre los signos del Resucitado y los signos del mal, que
están en medio de nosotros todavía. Nuestra limitación, la muerte y la
enfermedad, van a continuar hasta el final de los tiempos.
Esa
convivencia crea en nosotros miedo e incertidumbre. Pero la paz que nos viene
de Dios mitiga ese miedo y nos lo hace más digerible. No es terror, sino incertidumbre.
No sabemos muy bien por dónde van a ir los pasos de Dios y los nuestros en el
futuro. No lo vamos a saber claramente nunca, porque siempre vamos a vivir en medio
de la vida, sin ver a Dios cara a cara todavía. Vemos fogonazos y en los gestos
de amor encontramos esa presencia del Resucitado, pero no lo vemos todavía cara
a cara.
Pidamos
al Señor que nos reconforte en nuestras incertidumbres y, sobre todo, que estos
días de Pascua nos comunique la paz.
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