ACOGER A DIOS MISMO
En
estas lecturas del tiempo de Pascua, continuamos con las peripecias de Pablo y
Bernabé en sus primeros viajes. Secundino Castro, carmelita, profesor de la
Universidad Pontificia de Comillas, decía que era curioso que Pablo, de quien
se cree que tenía en ese punto diferencias con Bernabé, se dirigía, sobre todo,
a los judíos. Lo hace allá adónde va. Él era judío, fariseo y cumplidor de la
Ley por encima de cualquier otra cosa. Solo después de muchísimos rechazos por
parte de los judíos a los que se acercaba, y seguramente por la persuasión de
Bernabé, se fue acercando más a los gentiles.
Tuvo
que hacer todo un proceso de conversión en la misión y de darse cuenta a través
de los acontecimientos que les pasaban, entre ellos, el rechazo de los judíos. ¿Por
qué los judíos le rechazaban y los gentiles creían? No lo sabemos muy bien, fue
una moción del Espíritu. La fe no viene al que uno quiere que venga. Podemos
empeñarnos en que personas cercanas crean, pero no surte efecto. En cambio, hay
veces que otras personas se enganchan a la fe por pequeñas cosas. Es el
Espíritu el que hace creer a las personas.
Nos
tenemos que dar cuenta de ello. Ciertamente, tenemos que trabajar mucho y
dejarnos la piel. Pero a la vez que realizamos ese trabajo, tenemos que saber
que quien lo lleva a término es el mismo Espíritu. Lo que nos queda hacer cada
día que nos toca vivir es lo que podamos. “Siervos inútiles somos, hemos hecho
lo que hemos podido” y luego que el Señor vea y haga fructificar donde crea
conveniente, que por eso él es Dios y sabe mucho más que nosotros. Sabe bien a
quién dirige, a quién llama y a quién toca el corazón.
Aparece
en el texto Juan Marcos, de quien algunas tradiciones dicen que es el autor del
Evangelio de Marcos. Aquí se dice que se separa de ellos. Hay muchas hipótesis
de por qué se fue. Una de ellas es porque discutió con los otros dos. Otra
tradición muy bonita, aunque no tiene base, es que le llegó un mensaje de Pedro
para ir a escribir el evangelio, o más bien el proto-evangelio de Marcos. El Evangelio
de Marcos se escribió más adelante, entre el 60 y el 70 d.C., y aquí estamos
hablando del año 50. Pero a lo mejor sí que pudo Pedro llamar a Marcos para
dictarle cosas que recordaba del Señor.
En
las lecturas, hemos cambiado también de capítulo del Evangelio de Juan. Nos
vamos al capítulo 13, dejando atrás el discurso del pan de vida y nos metemos
ahora en todo el discurso que se desarrolla en la Última Cena. Son discursos
sucesivos, que vamos a estar leyendo hasta que prácticamente acabe la Pascua y
que van a estar cada vez más ligados al Espíritu, preparándonos para la
Ascensión y Pentecostés. En estos discursos, también según Secundino Castro,
Juan mete muchísimas cosas que es posible que no tuvo que decirlas todas el
Señor en la Última Cena, pero las pone aquí porque es como una especie de testamento
vital de Jesús y son temas muy importantes que quiere recalcar a sus apóstoles.
Es
bonito que durante estos días escuchemos especialmente qué es lo que dice el Señor
e intentar ponerlo en práctica. Con lo que nos podemos quedar hoy es con “dichosos
vosotros si lo ponéis en práctica”. Es el tema de que el enviado es menor que
el que lo envía. Cada vez que acogemos a alguien que es enviado por Dios en el
fondo estamos acogiendo a Dios mismo. Pues dichosos nosotros si sabemos acoger
a todo aquel que venga con una palabra de consuelo, una palabra de amor, con
una buena palabra, que seguro que viene de parte de Dios.
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