JESÚS ES EL CAMINO


La lectura del Libro de los Hechos que escuchamos hoy (Hch 6,1-7) nos muestra que, como en todo grupo humano cuando se va haciendo grande, surgen algunas tensiones, en este caso lingüísticas y culturales, en la primera comunidad. Al mismo tiempo, muestra, y esto es más importante, el poder de la palabra de Dios proclamada por los apóstoles y acogida en la fe para crear una unidad capaz de ir más allá de las divisiones que provienen siempre de los límites y las debilidades humanas.

Se nos recuerda algo fundamental, que es que la unidad de la Iglesia no tiene más fundamento que la palabra de Dios. Todo existe en último término para sostener y favorecer una unidad más profunda en Cristo Jesús. Se nos muestra también en esta lectura la imposición de manos sobre los primeros diáconos y que la unidad de la Iglesia es apostólica, fundada sobre los apóstoles que Cristo admitió y constituyó como testigos de la resurrección. Una comunidad e Iglesia nacida siempre de la obediencia de la fe.

Por su parte, el apóstol Pedro, ya al final de su vida, nos dice en su Primera Carta que Cristo, resucitado de entre los muertos, es la piedra angular de un templo que se edifica en el Espíritu y que nosotros mismos por el Bautismo nos hacemos piedras vivas de ese templo participando por la gracia en la vida de Dios mismo, bendecidos con la libertad de los hijos de Dios y capaces de ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios. Así, nuestra vida encuentra el significado último y da frutos perdurables unidos siempre a Cristo Jesús.

El evangelio nos sitúa en el cenáculo, en los discursos de despedida. Es la hora de la confidencia. Jesús ve a los discípulos asustados y consternados. Por eso les dice “no os preocupéis, creed en Dios y creed también en mí”. Y así, poco a poco, les va aliviando y les va consolando. “Voy a prepararos sitio”, porque el hogar del Padre es su casa, la intimidad con él y con el Padre es nuestra verdadera meta.  

“Os llevaré conmigo porque yo soy el camino, la verdad y la vida”. Hay dos intervenciones, una de Tomás, que siempre pregunta directamente: “No sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?”. Jesús dice “yo soy el camino”. El camino es una peregrinación, un caminar hacia la casa del Padre. Parece como que le dice “entra pues en mi camino, no te desconciertes, pues nadie va al Padre sino por mí”. Si nos alejamos de él los caminos nos llevan a la angustia, a la desesperanza, a la soledad. Lo que no andamos con Jesús va hacia el fracaso y, seguramente, hacia la muerte.

Nos llama pues a la fe, a la esperanza, a entrar en su camino, en su verdad y en su vida. Tenemos una mano amiga que nos agarra y nos lleva, nos ayuda en nuestras preocupaciones, el trabajo, la salud, todo lo que llevamos entre manos. También nos conforta en este tiempo difícil que estamos viviendo.

Pidamos pues a Jesús con todo interés y con todas nuestras fuerzas que nos ayude en este camino. Pidamos alegría y esperanza para salir de nuestras incertidumbres y nuestras angustias. Entremos pues en la intimidad de Jesús. Gracias, Señor, por ese estar siempre atento y posibilitarnos que gocemos de ti. Danos, Señor, tu fuerza y tu paz.

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