JESÚS ES EL CAMINO
Se
nos recuerda algo fundamental, que es que la unidad de la Iglesia no tiene más
fundamento que la palabra de Dios. Todo existe en último término para sostener
y favorecer una unidad más profunda en Cristo Jesús. Se nos muestra también en
esta lectura la imposición de manos sobre los primeros diáconos y que la unidad
de la Iglesia es apostólica, fundada sobre los apóstoles que Cristo admitió y
constituyó como testigos de la resurrección. Una comunidad e Iglesia nacida
siempre de la obediencia de la fe.
Por
su parte, el apóstol Pedro, ya al final de su vida, nos dice en su Primera Carta
que Cristo, resucitado de entre los muertos, es la piedra angular de un templo que
se edifica en el Espíritu y que nosotros mismos por el Bautismo nos hacemos piedras
vivas de ese templo participando por la gracia en la vida de Dios mismo,
bendecidos con la libertad de los hijos de Dios y capaces de ofrecer sacrificios
espirituales, agradables a Dios. Así, nuestra vida encuentra el significado
último y da frutos perdurables unidos siempre a Cristo Jesús.
El
evangelio nos sitúa en el cenáculo, en los discursos de despedida. Es la hora de
la confidencia. Jesús ve a los discípulos asustados y consternados. Por eso les
dice “no os preocupéis, creed en Dios y creed también en mí”. Y así, poco a
poco, les va aliviando y les va consolando. “Voy a prepararos sitio”, porque el
hogar del Padre es su casa, la intimidad con él y con el Padre es nuestra
verdadera meta.
“Os
llevaré conmigo porque yo soy el camino, la verdad y la vida”. Hay dos
intervenciones, una de Tomás, que siempre pregunta directamente: “No sabemos adónde
vas, ¿cómo podemos saber el camino?”. Jesús dice “yo soy el camino”. El camino
es una peregrinación, un caminar hacia la casa del Padre. Parece como que le
dice “entra pues en mi camino, no te desconciertes, pues nadie va al Padre sino
por mí”. Si nos alejamos de él los caminos nos llevan a la angustia, a la
desesperanza, a la soledad. Lo que no andamos con Jesús va hacia el fracaso y,
seguramente, hacia la muerte.
Nos
llama pues a la fe, a la esperanza, a entrar en su camino, en su verdad y en su
vida. Tenemos una mano amiga que nos agarra y nos lleva, nos ayuda en nuestras
preocupaciones, el trabajo, la salud, todo lo que llevamos entre manos. También
nos conforta en este tiempo difícil que estamos viviendo.
Pidamos
pues a Jesús con todo interés y con todas nuestras fuerzas que nos ayude en
este camino. Pidamos alegría y esperanza para salir de nuestras incertidumbres
y nuestras angustias. Entremos pues en la intimidad de Jesús. Gracias, Señor,
por ese estar siempre atento y posibilitarnos que gocemos de ti. Danos, Señor, tu
fuerza y tu paz.
Comentarios
Publicar un comentario