MORA CON VOSOTROS Y ESTÁ EN VOSOTROS (VI Domingo de Pascua)
La
primera lectura de hoy nos muestra cómo los Apóstoles evangelizaban con
palabras de vida y obras de caridad. Ambas cosas se complementan y así la evangelización
progresa llegando hasta Samaría, en parte debido a la persecución que hace que
los creyentes se dispersen. El Espíritu va ampliando horizontes, rompiendo el
exclusivismo judío, porque la salvación de Dios es universal.
Pedro
y Juan imponen las manos a los nuevos creyentes, lo que produce en ellos
sanación, alivio y gozo en gran manera. La obra del diácono Felipe queda, pues,
confirmada con la efusión del Espíritu Santo. Y termina el texto con estas
palabras: “la ciudad se llenó de alegría”. También nuestra misión hoy es llevar
el Evangelio a todos, para que experimenten la alegría de Cristo y la potencia
salvífica del Espíritu Santo.
Pedro,
en su carta, nos exhorta a glorificar a Cristo y a dar razón de nuestra
esperanza. Glorificar a Cristo es cultivar una relación personal de amor con
él, amor primero y más grande, dentro del cual podemos nosotros vivir, purificar,
iluminar y santificar nuestras vidas y el ámbito de nuestras relaciones. Y
nuestra esperanza esta vinculada a esta glorificación. Nos anima la esperanza
en tiempos de dificultad, en tiempos a veces de incomprensión, de calumnia y
hasta de persecución, como le ocurría a la comunidad primera a la que se dirige
Pedro.
Les
exhorta y también a nosotros hoy a no perder la mansedumbre. Se trata de dar
razón de la esperanza, pero no desde el orgullo o la imposición, sino desde el
convencimiento y el respeto, sabiendo que la mejor razón es el buen ejemplo. También
el salmo nos muestra la alegría de la presencia de la acción de Dios en los pueblos
y en la historia.
En
el evangelio, sacado del discurso de despedida de la Última Cena, escuchamos
recomendaciones de Jesús y promesas. Se muestra Jesús maternal, deseoso de
aliviar el desgarro de la separación, de llenar el vacío de la ausencia y lo
hace abriéndoles futuro. Las recomendaciones se refieren a la palabra y al amor:
guardar su palabra y vivir del amor de Dios. Porque el que ama guarda la
palabra del amigo y el que ama se da a amar y el que es amado amará más.
La
promesa se refiere a su vuelta y al don del Espíritu Santo, que será su
defensor y su maestro y por eso no van a quedar desamparados. La presencia del
Señor resucitado desde el Espíritu Santo los señalará la nueva vida, perdiendo
miedos y tristezas que aparecen en momentos de fragilidad y desconcierto, como
los que estamos también nosotros viviendo ahora.
Por
eso, cuando estamos reunidos en su nombre como ahora, en la escucha de la
Palabra y en la fracción del pan y en el servicio a los pobres, lo vivimos
desde el Padre y el Hijo, siendo portadores del Espíritu Santo, que nos
capacita para orar, para consolar y para confortar. Dice “mora con vosotros y
está en vosotros”.
Hoy
es la Pascua del enfermo. Otros años, en este día celebrábamos la unción de
enfermos comunitaria. Jesús sentía y siente predilección por los enfermos. Se
acercó al enfermo hasta identificarse con él. También hoy se acerca especialmente
a los enfermos de la pandemia. Está con ellos porque él asume siempre nuestras
enfermedades y nuestras dolencias. Y al asumir nuestras enfermedades las
redimió y las transformó en causa de salvación. La hizo gracia, haciéndola un
medio de comulgar con él en sus padecimientos, para ser también con él
glorificados.
Al
asumir nuestra enfermedad, por lo tanto, nos da ánimos y confianza. Nos dio su
Espíritu, que nos consuela, nos sana, nos alivia y nos hace entrar en la misma
vida de Cristo Jesús. Si con él morimos, viviremos con él. Si con él sufrimos,
reinaremos con él. Que el Espíritu Santo nos haga una comunidad viva, fraterna,
orante y sensible.
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