UN MODELO CREYENTE POR EXCELENCIA


En estos tiempos difíciles, nos vienen bien los modelos creyentes para ayudarnos a seguir adelante. Necesitamos referencias para reforzar nuestra esperanza, no siempre constante. Los relatos evangélicos recogen varios ejemplos, que sirvieron a las respectivas comunidades para ahondar en la fe y que nos pueden ayudar también a nosotros. En Marcos, por ejemplo, mientras que los discípulos representan la comunidad, los modelos de fe suelen ser personajes menores (el ciego, el leproso…). El texto del Evangelio de Mateo de esta semana, el de la cananea, nos ofrece un modelo creyente muy inspirador:

Jesús salió y se retiró a la región de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: «Ten compasión de mí, Señor Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo». Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: «Atiéndela, que viene detrás gritando». Él les contestó: «Solo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel». Ella se acercó y se postró ante él diciendo: «Señor, ayúdame». Él le contestó: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». Pero ella repuso: «Tienes razón, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos». Jesús le respondió: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas». En aquel momento quedó curada su hija (Mt 15,21-28).

El diálogo entre Jesús y esta mujer versa sobre la incorporación de los gentiles al reino: esa esperanza es universal. Todas las personas "religiosas" sentimos la tentación de considerar el mensaje y aun a Dios mismo como propiedad, pero a Jesús no lo abarca nunca nada ni nadie.

Además de esa clave, nos podemos fijar en las actitudes y las palabras de la cananea como modelo de fe inteligente y perseverante. Frente a nuestras habituales inercias, hay una característica suya que destaca y es su capacidad de dialogo e iniciativa (“salió de aquellos lugares”). Igual que nosotros tenemos que salir de “nuestros lugares”, el padecimiento de su hija pone a esta mujer en movimiento de salida. El texto también subraya la apertura de Jesús (“salió y se retiró”). Va a dar cumplimiento a la misión a la que ha sido enviado: que la salvación y la esperanza lleguen a todos y a todas.

Aunque el encuentro pone de manifiesto la apertura de ambos, el texto subraya más la de la mujer, que es quien da inicio al diálogo. Es quien insiste y lo hace una y otra vez. Inicia el diálogo gritando y va a lograr que el silencio de Jesús se rompa.

Sus peticiones recogen varios datos. Nos dicen cómo entiende la enfermedad que tiene su hija “malamente endemoniada”. En el mundo antiguo se pensaba que los demonios se apoderaban de las personas y las ponían a su servicio. La mujer pone de manifiesto el estigma con el que eran etiquetadas, que tenía como consecuencia marginación y exclusión. Estar endemoniada era estar en un estado alterado de conciencia. Se señala también la intensidad del padecimiento (muy malo). Además, el texto insiste en la perseverancia de la mujer, una y otra vez. Esto prepara la reacción de los discípulos, que es querer quitársela de encima.

El grito de la mujer irrumpe en el espacio de Jesús. Perturba su tranquilidad reclamando un derecho que ella siente que tiene. Debe superar varias dificultades:

-          El aparente silencio de Jesús (el sanador)

-          La incomprensión de los discípulos, que la tratan como a una histérica 

-          La argumentación de Jesús: sólo a las ovejas perdidas de Israel (a ti no).

 

También en el mundo antiguo una mujer virtuosa era la que estaba callada, pero la cananea se expresa dando signos de una gran sabiduría práctica y de su capacidad de discernir el bien. Tiene una gran confianza en sí misma y en el derecho que tiene a pedir lo que pide. Tiene también otra cosa que no es opuesta: una gran confianza en Jesús. Se aprecia también el gran contraste que hay entre ella y los discípulos:

-          Se sitúa ante Jesús gritando y suplicando el bien que le corresponde, que es un derecho que siente como propio. A los discípulos los encontramos en Mt 14 creyéndose que Jesús es un fantasma y gritan llenos de miedo. Puede que esta segunda actitud no nos quede muy lejos.

-          Es capaz de superar todas las dificultades, lo que no hacen los discípulos. Es una invitación a que no tiremos la toalla a las primeras de cambio.

-          Comprende las palabras de Jesús, las acepta y las reinterpreta. Su actitud nos anima a buscar e interpretar las nuestras.

Destaca, sobre todo, que la fe de la mujer es una fe ilustrada. Ofrece un modelo de discipulado caracterizado por el ejercicio de la inteligencia, algo que era contracultural en el mundo antiguo.:

-          Acepta la imagen de los perrillos como un apelativo positivo. Asume que son distintos, pero reconoce que estos perrillos pertenecen a la casa y, por tanto, a la familia. Lo que podría haber sido un insulto terrible lo retoma y reconduce (“soy de la familia”) y la salvación llega a todos (“somos distintos, pero en la misma casa”).

-          Jesús ha dicho hijos y perrillos, pero ella desplaza la atención de los hijos al señor de la casa, que es Señor de todos, tanto de los hijos como de los perrillos (“en la casa caben todos”).

Su razonamiento termina con una exclamación de alabanza de Jesús: “Oh, mujer”. Este “Oh”, que no suele aparecer en las traducciones de las biblias, es esencial en el relato porque subraya lo grande que es su fe. La mujer es, así, un modelo creyente por excelencia. Lo es para todos, pero sobre todo para quienes están en las cunetas de nuestra sociedad. Es modelo para ellos porque reivindica la justicia de los derechos de todos aquellos a quienes dejamos en los márgenes.

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