RETIRO DE ADVIENTO


Esta mañana hemos tenido en la parroquia el retiro de Adviento, animado por Luis Fernando Niño del Portillo. La línea general de reflexión que nos ha propuesto Luis Fernando ha sido tomar conciencia en este Adviento de ser seguidores de Jesús, para ser y llevar el consuelo a otros. La Encarnación es un misterio impresionante, pero no podemos quedarnos solo en actitud contemplativa ante ese misterio. La Navidad nos implica, además, en el seguimiento de su persona y vida. En este tiempo que nos ha tocado vivir es muy importante ser nosotros mismos Adviento.

Luis Fernando nos ha propuesto tres momentos de reflexión:

PRIMER MOMENTO: “DEJARON LAS REDES PARA SEGUIRLE” (Mt 4,20)

Será difícil vivir el Adviento si no quitamos las piedras que llevamos en nuestro macuto. Se trata de desnudarnos, de dejar aquello que nos ata. Y en ese proceso lo primero es tener en cuenta que la iniciativa de la llamada procede de Jesús. Ninguno de nosotros llama y elige al Señor porque le caiga bien o porque sus palabras sean interesantes. No elegimos nosotros, sino que la iniciativa la tiene él. Él nos ha elegido y nos toca a nosotros responderle o no: “aquí estoy porque me has llamado”.

En el Adviento esa respuesta implica mirar hacia Belén, pero también no dejar a un lado la realidad. Dios está encarnado en toda la realidad de nuestro mundo (familiar, social, laboral, parroquial, etc.). Si desgajamos a Dios de la realidad y nos quedamos con una visión miope, desfigurada, desencarnada de la Navidad, estamos distorsionando la Encarnación.

Hay que dejar las muchas redes que nos dificultan seguirle (olvido, desentenderme, quedarme en respuestas fáciles y justificadoras, etc.) Si descubrimos estas redes que pueden envolvernos viviremos con más gozo el Adviento y seremos también más libres en el seguimiento de Jesús ahora y siempre.

Las dos grandes preguntas son:

-        ¿Qué me impide (redes a dejar, actitudes) mirar hacia Belén y a la vez a la realidad en que en la que me encuentro?

-        ¿Podré decir que celebro la Navidad de un Dios que sí se encarna y asume tu vida y la mía?

SEGUNDO MOMENTO: “UN POCO DE FE BASTA”

Tanto mi respuesta de seguir a Jesús como dejar las redes podrá darse en la medida de mi fe. Se trata, en primer lugar, de una fe que se manifieste en la fidelidad a la palabra del Señor que nos invita a un proceso de conversión permanente. Es también una fe que tiene que ser capaz de despertarnos para reconocer a un Dios que se encarna en un niño y en lo sencillo de cada día.

Es una fe solidaria, que no se despreocupa de la realidad. Es también una fe humilde y soñadora, que no significa prepotente, sino que cree de verdad eso que dice Isaías de “brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz” o “se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo y la lengua del mudo cantará, porque han brotado aguas en el desierto”. Esa fe va madurando a medida que seguimos a Jesús.

Las preguntas que nos pueden ayudar en esta reflexión son:

-        ¿Puede ser este Adviento y Navidad ocasión para crecer en confianza en fe en la palabra de Dios?

-        ¿Existe equilibrio en ti entre tu esfuerzo personal para cambiar y el dejarte hacer por la gracia?


TERCER MOMENTO: “PREPARANDO CON SIMEÓN, EL ANCIANO”

Una clave del Adviento es pre-pararse. Antes de hacer algo hay que parar. Si no me paro, si no hago silencio, espera silenciosa…no hay Adviento.

Luis Fernando nos ha presentado a Simeón como un modelo para vivir el Adviento. El, como los Anawin (los pobres que esperan), vivió a su modo el Adviento del Mesías. Es el espíritu quien mueve los pasos de Simeón y renueva su fe. Su oración le lleva a abrir la puerta del corazón para encontrar en el Niño Jesús el sentido de toda su existencia.

Simeón tomó al niño en sus brazos, como un padre. En ese gesto se manifiesta cómo asume un papel en esa familia (“el anciano llevaba al niño, pero el niño sostenía al anciano”). Con el niño en brazos, Simeón habla a María diciéndola “A ti misma una espada te traspasará el alma”. Esa espada es también una metáfora referida a la palabra de Dios.

Este fue y es el milagro del encuentro entre un anciano y un niño: cuando nos abrimos a los demás, a los niños, o jóvenes o ancianos, o cuidamos de una vida frágil experimentamos el consuelo de la alegría. Nos libramos de la tristeza y se enciende la luz de la esperanza para uno y para los demás. Simeón sabe que la espera no fue en vano, que el Señor cumple la promesa que hizo a su pueblo. Por eso termina sin miedo dando gracias y dando testimonio de este signo de Dios.

En un tiempo caracterizado por las prisas y el andar corriendo de una parte a otra, Simeón nos enseña el valor de saber detenerse para rezar, para escuchar, para observar… Simeón nos propone la sabiduría y el gozo de la espera a una generación que experimenta la tristeza de ya no esperar nada.

Ojalá que este momento de oración comunitaria que hemos compartido nos ayude a celebrar con alegría y en espera activa este tiempo de Adviento.

Comentarios

Entradas populares