SALUDOS DESDE UCRANIA
Compartimos esta carta enviada por María Mayo, misionera dominica. Estas religiosas tenían una casa en Kiev para atender a los niños en horas fuera de la escuela. Cuando se produjo la invasión la embajada les obligó a salir de allí y vinieron a España en el primer convoy. Ahora han regresado a Kiev.
Queridos amigos: ¡Gracias
por tantos mensajes, por vuestro cariño, cercanía y sobre todo por vuestra
oración! Queréis saber de nosotras y nosotras os queremos compartir, nuestro
viaje de vuelta a Kiev y los encuentros, y reencuentros en ese camino. Con
otros salimos “llorando y volvemos con júbilo”.
En esta vuelta las maletas y los grupos nos identificaban. Nos preguntábamos unos a otros en la estación de tren de Varsovia: ¿Adónde vais? Y respondíamos con sonrisas: A Kiev, a casa. y con el runruneo de nuestras maletas, y esperándonos unos a otros hasta completar cada uno su círculo familiar, nos dirigíamos al andén en multitud.
Al salir en nuestro éxodo
con tanta gente, Jesús Eucaristía fue nuestro consuelo y compañero de camino, y
ahora nuestra alegría en la vuelta a casa, a la misión. “Nos lleva sobre las
alas de las águilas”, dice el salmo y a nosotras, por las manos de tantos
ángeles visibles que facilitaron y facilitan nuestro camino, desde Natalia, una
sobrina de María Jesús que nos llevó al aeropuerto, a Rufino, Anna y Jorge de
la embajada de España en Varsovia, que nos buscaron los billetes para el tren
de Kiev, nos acogieron en el aeropuerto, nos dieron una vuelta por Varsovia,
nos llevaron al hotel y a la estación…Con cada nuevo detalle Dios nos mostraba
y nos muestra su presencia, su caminar con nosotras y entre nosotras.
El viaje en tren, unas 20
horas, fue bueno, pues estábamos en dos compartimentos con litera. La gente que
volvía con nosotras a Ucrania, al ver nuestro grupo “de abuelas”, nos daban las
gracias. El trayecto desde Varsovia hasta Kiev, nos permitió acercarnos poco a
poco a la vida real. Aunque el oeste de Ucrania no ha sufrido tantos ataques,
vimos algunas casas destrozadas, pero también muchos campos cultivados; los
bosques limpios y las zonas anegadas de las lluvias, drenadas con ramas de los
bosques; las redes eléctricas reparadas y los postes nuevos al lado de otros
viejos y deteriorados. La lucha por la vida, por la paz, se hace desde todas
partes, en las pequeñas y grandes cosas que facilitan la vida, sea la línea de
fuego o no.
Las carreteras tenían
líneas de pintura nueva, la gente atravesaba el bosque a pie, o por pequeños
senderos en bicicleta al no haber transporte regular, y a todas partes nuestro
buen Dios nos ha hecho llegar la primavera, el verde nuevo, la explosión de
flores en los bordes de los bosques, los árboles en flor de los caminos…En los
pueblos, las gentes cultivan huertos pequeñísimos con hortalizas y flores. Cada
uno empuña lo que tiene, sea la azada, con la que arranca las hierbas entre las
vías del tren, o el hacha para limpiar el bosque y poner las ramas en los terrenos
anegados por las lluvias, cada uno hace su parte, en cualquier parte, ¡Recibimos
mucha fuerza de este pueblo resiliente y esperanzado!
El día de sol y el cielo
tan azul también llenaban nuestros corazones de esperanza. Los dos pasos de
frontera, la de Varsovia y luego la de Ucrania, fueron largos porque volvíamos
mucha gente, pero los pasamos sin ningún problema, y el soldado ucraniano, casi
adolescente, que nos devolvió los pasaportes nos dio las gracias por volver.
Al llegar a Kiev nos
esperaban Walter, que nos ha guardado la casa en este tiempo, y Lonya, nuestro
arquitecto, quien ha llevado a cabo la obra de instalación de las calderas, y
ahora trabaja para la instalación del ascensor. La estación de Kiev rebosaba de
gente que buscaba a los suyos con flores y emoción. Buscábamos a los nuestros,
pero nuestros ojos se topaban con los ojos de otros en los que nos sentíamos inconfundiblemente
reconocidas y queridas como hermanas. Entrañables encuentros de emoción y
aceptación, en donde las palabras no llegan, pero sí la oración de Lonya,
abrazándonos en grupo: ¡Gracias!¡ Señor, ¡ten piedad!
Al salir de la estación
vimos una caseta de venta, con el nombre puesto en español, que decía y vendía:
Churros. Algo surrealista, pero verdadero. Ya de camino a casa,
Lonya y Walter, nos mostraban edificios sin ventanas, la central del gas y
calefacción de Kiev, y otros edificios atacados y que han sido “reparados”
vaciando los pisos en los que habían impactado bombas, con un cuadrado o
rectángulo perfectamente vacío, y aislados de los demás.
Llegamos a nuestra casa,
llena de narcisos y tulipanes, con el suelo cubierto de los últimos pétalos de
las flores del cerezo, la “nieve de verano” que decían nuestros niños. Nuestra
Luda, la cocinera del centro, nos estaba esperando con la comida en la mesa. Al
entrar, ya vimos el hueco del ascensor, en el que los obreros trabajan entre el
segundo y tercer piso para terminar la obra, y ponerlo en cuanto llegue.
La capilla no solo estaba limpia sino adornada con miosotis, los nomeolvides primaverales. Allí dejamos “a nuestro Compañero de camino”, quien desde el sagrario llena toda nuestra casa e ilumina nuestro hacer y nuestra vida.
Nos hemos quedado viviendo en la parte de abajo, en las habitaciones más seguras de la casa. Poco a poco, vamos encontrando nuestro ritmo, y las cosas, pues al haber pasado mucha gente por la casa, cada grupo se acomodó a su manera. Hoy hemos encontrado la mermelada que habíamos hecho en el año 2021, y las peras al vino que había preparado Antonia, para el día de la Madre Teresa del año 22, y que hemos disfrutado14 meses después. ¡Estaban buenísimas! Parecían de fruta escarchada y caramelizada. Los víveres como es natural con el paso de la gente, desaparecieron, menos la cosecha del huerto urbano que tenemos encima de la sala polivalente. Walter la recogió después y la guardó ¡Hasta las frambuesas! Hemos tenido que salir de compras. Los precios están por las nubes, casi como en Europa.
Han venido a vernos de la
Embajada de España preocupándose por nosotras e informándonos de las alarmas en
Kiev, y de la instalación que, para recibirlas, hay que poner en los móviles. La
noche después de supuesto ataque ucraniano al Kremlin, nos llamó el canciller
advirtiéndonos que sería una “noche movida” e informándonos de lo que teníamos
que hacer. Por la noche es cuando hay más ataques de misiles y drones, pero la
defensa del cielo es muy grande y son desactivados en el aire, aunque a veces
los restos al caer producen daños. Desde que estamos no hemos tenido que
lamentar víctimas, pero si algunas personas heridas y coches incendiados. Queremos
deciros que no os preocupéis por nosotras: tenemos dos refugios cerca, el metro
que está a unos 5 minutos, y enfrente de nuestra casa, otro al que podemos ir
con los mismos niños, y lo mismo nosotras, aunque sea de noche, aparte de que, nuestro
teatro también está en subsuelo.
Las familias y las
monitoras que se quedaron aquí empiezan a saber que hemos vuelto y han venido a
vernos. Unas con sus niños, y otros con chocolate, flores, patatas…Han sido
momentos muy hondos y de un compartir profundo de lo vivido y sufrido, de los
momentos de decisiones duras, de ese invierno interminable que a algunos sumió
en depresión, de la esperanza y la alegría de estar de nuevo juntos y juntos querer
planear y compartir el presente y el futuro.
Ayer vino una niña de los
primeros años, hoy señora joven con sus dos hijos, para ver “cómo estaba su
centro, qué había sido de nosotras, y cómo podía ayudarnos” … ¡Que compartir
tan hermoso! ¡Cómo lo miraba todo y se reencontraba! Cada encuentro nos
confirma que Dios nos quiere aquí, y disfrutamos y agradecemos este
sentimiento, este convencimiento, y esta fe. Y así, empujadas y apoyadas unas
en las otras, y por la gente, hemos programado un encuentro de familias para el
día 13 de mayo, y por ahora, nos han confirmado su asistencia 14 familias. Otras volverán en junio.
Esta semana también hemos
tenido en Kiev al Maestro de la Orden Gerard Francisco Timoner, quien se reunía
con los hermanos de la provincia de Polonia, a la que pertenece Ucrania. Al participar en las vísperas y en la procesión
de la salve, los hermanos nos sonrieron y nos indicaron que termináramos la
salve con ellos, delante de la Virgen. Después tuvimos la concelebración de la Eucaristía
presidida por el obispo dominico de Lukachevo, el Maestro de la orden, y el
vicario de Ucrania. En la homilía el Maestro nos recordó nuestra esencia de
Orden apostólica, contemplativos en la acción, y en la escucha de la verdad.
Una escucha no solo de nuestros oídos, sino de nuestro corazón, que acompaña los
sentimientos y los anima, y que anima ese palpitar en el hacer de cada día.
Al final, el Vicario de Ucrania informó a los fieles quiénes éramos y que estábamos de vuelta. Nos acogieron con mucha alegría. Fue una experiencia entrañable compartir con el maestro, y con otros hermanos de habla francesa o que hablaban español. El Maestro nos dio una bendición especial para este nuevo comienzo, y como los de Emaús con Jesús, también nuestro corazón se llenó del fuego y la alegría de caminar con Él.
El día de la Virgen de
Fátima tendremos el primer encuentro con las familias. Sabemos que rezáis por
nosotras, y os pedimos de un modo especial una oración para ese día, para ese
encuentro que nos mantiene tan ilusionadas de volver a ver a las personas que
el Señor nos suscita para su misión, aquí y ahora, para andar estos caminos
nuevos. Que hagamos lo que Él quiere.
Contamos con vuestra
oración. Un abrazo con nuestro agradecimiento y cariño:
Antonia,
María-Jesús y María.
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